El cuervo y el zorro
En lo alto de un árbol frondoso, en un bosque donde los árboles se alzaban como torres y las sombras jugaban a las escondidas, un cuervo de plumaje brillante y oscuro se posó en una rama con un pedazo de queso en su pico. Era un queso robusto, de un amarillo brillante y olor fuerte, que hacía agua la boca a cualquiera que lo olfateara.
El cuervo, de nombre Caelum, estaba muy satisfecho con su hallazgo. Había espiado a un campesino dejando su cesta de picnic descuidada, y había aprovechado la oportunidad. Ahora, disfrutaba de las vistas desde su rama, esperando el momento perfecto para devorar su premio.
No muy lejos, escondido entre los matorrales, un zorro astuto y pelirrojo llamado Zephyr olfateó el aire. Sus bigotes se estremecieron al percibir el aroma delicioso del queso. Siguiendo el olor, pronto descubrió a Caelum en su rama, sosteniendo el preciado trozo.
Zephyr, con su ingenio natural, comenzó a maquinar un plan para conseguir ese queso para él. Sabía que no podía escalar el árbol, y tampoco quería asustar al cuervo, ya que podría volar lejos con el queso. Así que decidió usar sus habilidades de adulación.
Saliendo de su escondite, el zorro exclamó: “¡Oh, Caelum! ¡Qué magnífico pájaro eres! ¡Jamás había visto un cuervo tan espléndido en toda mi vida!”
El cuervo, sorprendido por el elogio, pero aún así manteniendo firmemente su queso, respondió con cautela: “Gracias, Zephyr. Pero, ¿qué quieres?”
Zephyr fingió sorpresa. “¿Yo? ¡Nada en absoluto! Simplemente admiraba tu belleza. Ese brillo en tus plumas, esa majestuosa postura. Dime, querido Caelum, ¿también posees una voz melodiosa para complementar tu apariencia? Si es así, seguro serías el rey de todos los pájaros.”
Caelum, ahora inflado de orgullo y deseando demostrar que Zephyr no estaba equivocado, se olvidó momentáneamente del queso y abrió su pico para emitir un canto poderoso y melodioso.
Justo como Zephyr había anticipado, el queso cayó directamente desde la rama, y el astuto zorro lo atrapó en el aire. “¡Delicioso!” exclamó Zephyr, saboreando su triunfo y el queso. “Gracias por el manjar, querido Caelum.”
El cuervo, dándose cuenta de su error y viendo el queso desaparecer en las fauces del zorro, exclamó con tristeza: “¡Zephyr, me has engañado!”
El zorro, con una sonrisa maliciosa, respondió: “Una lección para ti, querido cuervo: No todo elogio es sincero. La vanidad, a veces, puede costarte caro.”
Caelum, a pesar de su decepción, asintió, reconociendo la sabiduría en las palabras del zorro. Desde ese día, prometió no dejarse llevar por la adulación y ser más astuto.
Y así, en ese bosque de sombras juguetonas y secretos escondidos, el cuervo aprendió una valiosa lección, mientras el zorro, satisfecho, se alejaba, dejando detrás una moraleja que todos en el bosque recordarían por generaciones.