El dinosaurio que susurraba a las plantas

Ilustración del cuento Lila y la estrella perdida.

Herb era un Iguanodon de piel verdosa con una naturaleza curiosa. Mientras que otros dinosaurios corrían y jugaban, él se sentaba tranquilamente junto a las plantas, escuchando sus susurros silenciosos. Era el único dinosaurio que podía comunicarse con ellas, un don que había heredado de su abuela.

El valle donde vivía Herb estaba lleno de una flora rica y vibrante. Grandes helechos se mecían con la brisa y las altas secuoyas ofrecían sombra a numerosas especies. Pero un día, los susurros de las plantas se volvieron inquietos. Le contaron a Herb sobre un plan que algunos dinosaurios tenían para talar los árboles y convertir el valle en un terreno de caza.

Al principio, Herb pensó que podría ser un malentendido, pero cuando encontró marcas en los troncos y vio a grupos de dinosaurios observando y evaluando los árboles, supo que las plantas decían la verdad. Decidido a proteger su hogar, Herb convocó una asamblea.

Con su don, mostró a los demás cómo las plantas les proporcionaban alimento, oxígeno y hogar. Les habló del equilibrio y de cómo cada ser en el valle tenía un papel importante. Pero no todos estaban convencidos, especialmente los carnívoros, que veían la oportunidad de tener un nuevo coto de caza.

Sin embargo, la determinación de Herb comenzó a inspirar a otros. Dino, un triceratops; Luna, una avispada velociraptor; y Aura, un majestuoso pterodáctilo, se unieron a su causa. Juntos, idearon un plan para mostrar a todos el valor del valle.

Usando las indicaciones de las plantas, encontraron un manantial escondido, una fuente de agua fresca y pura. Argumentaron que, si destruían el bosque, ese manantial se secaría, privando a todos de agua. Con el tiempo, incluso los más escépticos comenzaron a ver el valor del bosque.

Para asegurarse de que el valle permaneciera intacto, los dinosaurios crearon un pacto. Establecieron áreas específicas para la caza y otras para el descanso, garantizando que el equilibrio se mantuviera. Gracias a Herb y su don, los dinosaurios del valle aprendieron a vivir en armonía con la naturaleza.

Las generaciones futuras escucharon la historia del valiente Iguanodon que podía hablar con las plantas, y cómo, con la ayuda de sus amigos, salvó el hogar de muchos. El valle floreció y prosperó, convirtiéndose en un refugio para todas las criaturas que buscaban un lugar donde la naturaleza y la bondad reinaban.