El río del tiempo

Ilustración del cuento Lila y la estrella perdida.

Dana era una niña de cabellos dorados y ojos curiosos que siempre brillaban con el deseo de descubrir algo nuevo. Vivía al borde de un extenso bosque, que siempre había sido su lugar favorito para explorar. Una tarde, después de perderse entre los árboles siguiendo el vuelo de una mariposa, Dana tropezó con algo que nunca había visto antes: un río de aguas cristalinas que relucían con colores cambiantes.

Atraída por su misterioso resplandor, se acercó cautelosamente y, al tocar el agua con la punta de sus dedos, sintió un cosquilleo. Antes de darse cuenta, el río la había envuelto y arrastrado hacia abajo en un torbellino de colores y sonidos. Cuando abrió los ojos, se encontró en un mundo completamente diferente.

A su alrededor, enormes criaturas caminaban, volaban y jugueteaban. Dana estaba en la era de los dinosaurios. Un poco asustada pero emocionada, observó maravillada a un triceratops jugueteando con sus crías y a un par de velociraptores persiguiendo a una manada de gallimimus.

Pronto, una sombra se cernió sobre ella. Era Spike, un majestuoso espinosaurio. En lugar de temerle, Dana sintió una extraña conexión con él. Spike, con una inteligencia sorprendente, parecía entender la situación y ofreció su ayuda para regresarla a su hogar. Mientras viajaban juntos, Dana aprendió sobre la vida en el mundo prehistórico, y Spike, fascinado, escuchaba historias del mundo futuro de Dana.

Juntos enfrentaron desafíos: desde esquivar a un tiranosaurio hambriento hasta cruzar terrenos fangosos llenos de burbujeantes géiseres. A través de cada prueba, su vínculo crecía más fuerte.

Finalmente, llegaron al mismo río brillante. Spike le explicó que ese río tenía el poder de conectar diferentes momentos en el tiempo. Dana comprendió que debía sumergirse nuevamente para regresar a su era. Se despidieron con tristeza, pero ambos sabían que siempre recordarían su tiempo juntos.

Dana se sumergió y, al salir, estaba de nuevo en su bosque familiar. Corrió a casa, emocionada por contar su aventura, pero sabía que sonaría increíble. Así que, en cambio, guardó el recuerdo en su corazón y cada vez que se sentía sola o triste, recordaba a Spike y las maravillas del mundo prehistórico.

Años más tarde, Dana, convertida en una famosa paleontóloga, encontró un fósil único: un espinosaurio, pero lo que lo hacía especial era el pequeño objeto que se encontraba junto a él, una pulsera que Dana había perdido durante su aventura. Esto reafirmó su creencia de que todo había sido real, y que en algún rincón del tiempo, Spike aún la recordaba.

Y así, a pesar del vasto abismo del tiempo que los separaba, la niña y el dinosaurio compartieron una amistad eterna, un testimonio de que las conexiones verdaderas trascienden cualquier barrera.