El sueño de Bronto

Ilustración del cuento Lila y la estrella perdida.

En un valle rodeado por montañas imponentes, vivía Bronto, un joven braquiosaurio. Bronto tenía un sueño peculiar para alguien de su tamaño: deseaba volar como los pájaros, sentir la brisa contra su piel y ver el mundo desde las alturas. Cada vez que levantaba su largo cuello y observaba a los pterodáctilos volando, su corazón latía con anhelo.

Pterry, un curioso pterodáctilo, solía sobrevolar el valle y había notado a Bronto mirando hacia el cielo día tras día. Una tarde, Pterry decidió descender y preguntarle: “¿Por qué siempre estás mirando hacia el cielo, Bronto?”

Bronto, con los ojos brillantes de emoción, respondió: “Siempre he soñado con volar, sentir la libertad de las alturas. Pero sé que eso es imposible para alguien como yo.”

Pterry pensó por un momento y luego dijo con una sonrisa: “Tal vez no puedas volar físicamente, pero hay otras maneras de experimentar el cielo. ¿Confías en mí?”

Con una mezcla de nerviosismo y esperanza, Bronto asintió.

Durante los siguientes días, Pterry y algunos de sus amigos recolectaron largas y fuertes lianas del bosque. Ataron cuidadosamente a Bronto a una serie de grandes rocas flotantes que se encontraban en el valle, conocidas por su capacidad de levitar ligeramente por encima del suelo debido a su composición mágica.

Con todo listo, Pterry dijo: “Ahora, Bronto, cierra los ojos y siente”. Con un fuerte batir de alas, los pterodáctilos comenzaron a volar en círculos alrededor de Bronto, creando un viento que lo hacía elevarse ligeramente.

Con los ojos cerrados, Bronto sintió la brisa, el movimiento suave y el murmullo del viento en sus orejas. Aunque sus patas todavía tocaban el suelo, su corazón se elevó, sintiendo la majestuosidad del vuelo.

Después de un rato, Pterry y sus amigos detuvieron su vuelo y Bronto abrió los ojos. Con lágrimas de felicidad, dijo: “Fue maravilloso, Pterry. Aunque no estaba en el cielo, ¡sentí como si realmente estuviera volando!”

Pterry sonrió y respondió: “La verdadera magia no siempre está en el acto físico, sino en cómo te hace sentir. Ahora sabes que no necesitas alas para volar; solo necesitas el corazón y la imaginación.”

Desde ese día, Bronto ya no miraba envidiosamente a los pterodáctilos. En lugar de eso, cerraba los ojos y recordaba ese sentimiento mágico, sabiendo que en su corazón ya había volado. Y gracias a la amistad y creatividad de Pterry, Bronto aprendió que los sueños, por más inalcanzables que parezcan, siempre pueden encontrar una manera de hacerse realidad.