Juan sin miedo

Ilustración del cuento Lila y la estrella perdida.

En un tranquilo y apartado pueblo, vivía Juan, un joven conocido por todos como Juan sin Miedo. No había nada en el mundo que pudiera asustarlo, ni la más tenebrosa de las noches, ni el lobo más fiero. Los aldeanos a menudo se preguntaban cómo era posible que no tuviera miedo de nada.

Un día, decidido a encontrar algo que lo asustara, Juan partió en una aventura para descubrir qué era el miedo. Recorrió densos bosques, cruzó desiertos y montañas, pero ningún peligro o criatura logró hacerlo temblar.

Una noche, llegó a una aldea donde se celebraba una gran fiesta. Al preguntar el motivo de la celebración, los aldeanos le contaron sobre un castillo encantado cercano, donde vivía un fantasma. Muchos habían intentado pasar la noche allí, pero nadie había sobrevivido para contarlo. Juan decidió que esa sería su próxima parada.

Esa misma noche, llegó al castillo y, armado con una linterna y su inquebrantable valentía, se adentró. A pesar de los siniestros sonidos y sombras que bailaban en las paredes, Juan no sintió miedo. Exploró cada rincón del castillo, y en el sótano, encontró una cama. Decidió que sería un buen lugar para descansar.

Mientras trataba de conciliar el sueño, escuchó el ruido de cadenas. De las sombras, emergieron dos grandes fantasmas, intentando asustar a Juan. Sin embargo, él, lejos de asustarse, les preguntó si podían hacer menos ruido para que pudiera dormir. Los fantasmas, desconcertados, desaparecieron.

Más tarde, una bruja intentó intimidarlo con sus conjuros, pero Juan, con curiosidad, le pidió que le enseñara uno o dos trucos. La bruja, no acostumbrada a tal reacción, rió y ambos pasaron el resto de la noche hablando de magia.

Cuando amaneció, Juan dejó el castillo sintiéndose un poco decepcionado. No había encontrado el miedo. Sin embargo, al salir, se encontró con una hermosa princesa. Ella le explicó que había sido prisionera del castillo y que, gracias a su valentía, la maldición había sido rota.

Aunque Juan no había encontrado lo que buscaba, había ganado algo mucho más valioso: el amor y la gratitud de la princesa. Juntos regresaron al pueblo, donde fueron recibidos como héroes.

Con el tiempo, Juan y la princesa se casaron y tuvieron hijos. Y aunque Juan nunca llegó a conocer el miedo, aprendió a conocer otras emociones igualmente poderosas: el amor, la alegría y la felicidad de tener una familia.