La liebre y la tortuga

Ilustración del cuento Lila y la estrella perdida.

En un hermoso bosque lleno de árboles frondosos y flores coloridas, todos los animales vivían en paz y armonía. Sin embargo, siempre se podía oír a la Liebre presumiendo sobre lo rápida que era.

“¡Miren todos!”, gritaba la Liebre. “¡Soy la más veloz de todos los animales del bosque! Nadie puede competir conmigo. ¡Nadie!“. Y con eso, corría en círculos alrededor de todos, levantando polvo y risas.

Un día, la Tortuga, cansada de escuchar a la Liebre alardear, se acercó lentamente y dijo: “Quizás eres rápida, pero estoy segura de que podrías ser vencida en una carrera”.

Los animales que escucharon esto se rieron a carcajadas. “¡Oh, pobre Tortuga! No sabes lo que dices”, reían.

La Liebre, mirando con condescendencia a la Tortuga, se rió aún más fuerte. “¿En serio? ¿Quieres competir contra mí? Será el chiste del año”.

“Estoy completamente seria”, respondió la Tortuga. “Corramos una carrera. Si ganas, dejaré de comer lechuga durante un mes. Pero si gano yo, dejarás de alardear por siempre”.

A la Liebre le pareció divertido. “Acepto”, dijo con una sonrisa.

Los demás animales, entusiasmados por el desafío, se reunieron para presenciar la inusual carrera. El Zorro, conocido por su astucia, fue designado como juez.

El Zorro marcó la línea de salida y la línea de llegada a un kilómetro de distancia. “Cuando suene el cuerno, comenzará la carrera”, anunció.

Todos se alinearon para ver. La Liebre estaba impaciente y la Tortuga simplemente cerró los ojos y tomó una profunda respiración.

Con el sonido del cuerno, la Liebre salió disparada, corriendo a una velocidad impresionante. En cuestión de segundos, ya estaba muy adelante. Al ver lo lejos que había llegado en tan poco tiempo, pensó: “Esta carrera es demasiado fácil. Voy a tomar una siesta y aún así ganaré”.

La Tortuga, con determinación y a su lento paso, continuó avanzando sin detenerse.

Mientras la Liebre dormía confiadamente bajo un árbol, la Tortuga pasó a su lado sin hacer ruido, avanzando paso a paso con determinación.

Después de un rato, la Liebre se despertó y miró alrededor. Al no ver a la Tortuga cerca, sonrió pensando en lo lejos que debía estar. Pero cuando llegó a un claro, vio a la Tortuga muy cerca de la línea de meta. La Liebre, con el corazón latiendo rápidamente, corrió con todas sus fuerzas, pero no fue suficiente.

La Tortuga cruzó la línea de llegada justo antes que la Liebre, bajo los aplausos y vítores de todos los animales del bosque.

Exhausta pero contenta, la Tortuga dijo: “No se trata de la velocidad, sino de la constancia y la determinación”.

La Liebre, avergonzada, reconoció su error y felicitó a la Tortuga. “Has demostrado que la confianza excesiva puede ser nuestro peor enemigo. Gracias, Tortuga, por esta lección”.

Desde aquel día, la Liebre ya no presumió más de su velocidad, y todos en el bosque aprendieron que no debemos subestimar a los demás por su apariencia o capacidades.

Y así, en medio del verde bosque, la leyenda de la carrera entre la Liebre y la Tortuga se convirtió en una historia contada de generación en generación, enseñando la importancia de la perseverancia y la humildad.