Rapunzel

Ilustración del cuento Lila y la estrella perdida.

Hace muchos años, en un reino lejano, vivía un matrimonio que deseaba tener un hijo. Al lado de su humilde casa, se extendía un majestuoso jardín rodeado por altos muros, propiedad de una malvada bruja llamada Gothel.

La esposa, embarazada, observaba a diario desde su ventana el jardín de Gothel, en particular una cama de rampion, conocido también como “rapunzel”. Anhelaba tanto probarlo que empezó a debilitarse por el deseo. Viendo el sufrimiento de su esposa, el marido decidió una noche colarse en el jardín y tomar algo de rampion para ella.

Sin embargo, al intentar hacerlo por tercera vez, fue sorprendido por la bruja. Aterrorizado, explicó la razón de sus acciones. Gothel, con una sonrisa maliciosa, le permitió llevar todo el rampion que quisiera, pero con una condición: cuando naciera el bebé, debería entregárselo.

Desesperado, el hombre accedió. Y cuando nació su hija, la bruja apareció para llevársela, nombrándola Rapunzel por la planta que había causado todo.

Al alcanzar la adolescencia, Rapunzel se había convertido en una joven de gran belleza, con largos cabellos dorados. Temiendo que alguien quisiera llevársela, Gothel la encerró en una torre alta y aislada en el bosque, sin puertas ni escaleras.

El único acceso a la torre era a través de una ventana en lo alto. Cada vez que Gothel visitaba a Rapunzel, se paraba bajo la ventana y gritaba: “¡Rapunzel, Rapunzel! ¡Deja caer tu cabello!” Rapunzel dejaba caer su largo cabello, y Gothel lo usaba como cuerda para ascender.

Un día, un príncipe que cabalgaba por el bosque oyó el dulce canto de Rapunzel y decidió acercarse a la torre. Observó cómo Gothel usaba el cabello de Rapunzel para subir y, al día siguiente, regresó y replicó el llamado.

Durante varias visitas secretas, el príncipe y Rapunzel se enamoraron. Juntos planearon una escapada: él le traería seda para que ella tejiera una escalera y así poder huir.

Pero Gothel descubrió el plan. Sin embargo, en vez de tomar represalias, se dio cuenta de cuánto sufría Rapunzel en su soledad y de que tal vez había cometido un error al retenerla. Decidió liberar a Rapunzel y permitió al príncipe entrar a la torre sin trucos ni trampas.

El príncipe, conmovido por el gesto inesperado de Gothel, la invitó a vivir en el castillo y ser parte de su familia. Rapunzel, el príncipe y Gothel regresaron al reino, donde fueron recibidos con alegría y vivieron en paz el resto de sus días.