Trico y la fruta mágica

Ilustración del cuento Lila y la estrella perdida.

En un rincón remoto del bosque prehistórico, Trico, un joven triceratops, exploraba en busca de deliciosas plantas para comer. Un día, mientras se abría paso entre los arbustos, encontró una fruta luminosa que nunca había visto antes. Su curiosidad lo llevó a probarla, y al hacerlo, sintió un cosquilleo en su garganta.

De repente, escuchó un “¡Hola!” detrás de él. Al darse la vuelta, se encontró con un pequeño ratón mirándolo fijamente. Pero, ¿cómo era posible? ¿Acaso ese ratón le había hablado? Para su asombro, ¡sí lo había hecho!

Con una risita, el ratón dijo: “Esa fruta que comiste es conocida como la Fruta del Susurro. Te permite comunicarte con todos los animales del bosque. Pero cuidado, su efecto es temporal.”

Con ojos brillantes, Trico se dio cuenta de las posibilidades. Comenzó a conversar con todas las criaturas que encontró: mariposas, peces en los ríos, aves en el cielo e incluso con insectos diminutos en el suelo.

De las mariposas, aprendió sobre los patrones secretos del viento. Los peces le contaron historias de tesoros escondidos en las profundidades del río. Las aves le hablaron sobre lo que se siente ver el mundo desde las alturas, y los insectos le enseñaron la importancia de los pequeños detalles.

Sin embargo, la lección más importante vino de una anciana tortuga llamada Tera. “Aunque esta habilidad es temporal”, le dijo, “la conexión que sientes con nosotros es real. Todos somos parte de este gran bosque, y cada uno tiene una historia que contar y sabiduría que compartir. Recuerda siempre escuchar, incluso cuando no puedas entender las palabras.”

Trico pasó los siguientes días enriqueciendo su vida con historias y experiencias de sus nuevos amigos. Sin embargo, como había predicho el ratón, el efecto de la Fruta del Susurro empezó a desvanecerse. Una mañana, ya no pudo entender a los animales como antes.

Aunque estaba un poco triste, Trico se sintió agradecido por el tiempo que había tenido y las lecciones aprendidas. Aunque ya no podía comunicarse con palabras, continuó escuchando y observando, conectándose con el mundo a su alrededor de maneras más profundas.

La aventura con la Fruta del Susurro enseñó a Trico que todos tienen una voz, y que a veces, las lecciones más valiosas vienen de lugares inesperados. Y aunque el don de hablar con otros animales había desaparecido, el amor y el respeto que sentía por cada criatura del bosque perdurarían para siempre.